La llegada al albergue de O Cebreiro, se celebra, y mucho. Ese peregrino con el que te cruzas varias veces y solo le saludas, ahora se convierte en un hermano de sufrimientos, y te acerca a él.
Nos reencontramos con la compañía que tuvimos en etapas anteriores, y fuimos juntos a comer. Así, una agradable sobremesa nos hace perder la noción del tiempo. Nuestra amiga coreana, no entiende porqué los españoles comemos más tarde, porqué tardamos tanto en comer y mucho menos los chistes verdes que traducidos le hacen sentirse incómoda.
Una buena siesta, hace que nos reencontremos todos sobre la hora de la cena y repitamos en el mismo mesón a comer pulpo. Se nos hace tan tarde que tenemos que salir corriendo para que no nos cierren el albergue y el cansancio acumulado ya hacen el resto.
El albergue, sin valorar si el hecho de estar en Galicia, o por el trabajo de quien lo lleva, recibe un sobresaliente.
Mañana será otro día
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